
la palabra es un suspenso perpetuo
en la caída del tiempo
una región congelada donde somos marionetas
ignorantes de la sombra del desierto
los rostros desfilan puros y nítidos
sobre la llama del viento
el silencio acariciante acompaña con susurros
el tímido verso
en un anticipo de luces y sombras
aromas melodías y colores
que ocultan los peces dorados
de la despedida.
las voces
la palabra
el ruego
las promesas
lo creado
se sepulta
se incinera
quizá las cenizas lavarán las culpas

estremece las puertas
la angustia de las sombras
caen las palabras
en el tiempo de la noche
se esfuma el rumor del insomnio
y el silencio se desborda
sobre el cristal soleado
el cielo enrojece
sobre los renglones
duermo y escribo / escribo y duermo

Hurgo en la memoria
y la soledad
-eterna visitante que ataca
con la boca entreabierta de sollozos-
también ríe, se burla,
teje y desteje las palabras que huyen
sepultadas en el verde inconsciente
de un otoño frío
Deambulo entre manantiales de tristeza
y otra vez las cadenas golpean
aúllan nombres olvidados
memorias rojinegras atávicas
luces muertas y graznidos salvajes
Es difícil clausurar los pozos humeantes del pasado
Señor:
Cómo decirte lo que se agita dentro de mi sin ofenderte
ni parecer desconforme con la vida
he tenido mucho más que otros
un hogar padres hermanos esposo fiel
mucho más que otros
calor en invierno
agua fresca y alegrías en verano
amigos compartiendo juegos amores y festejos
mucho más que otros
pero hoy estoy triste
por eso te elevo esta plegaria:
ya sé que todo tiene su final en la Tierra
cuando llegue el momento te ruego
repartas a otros en igual medida
la felicidad que gocé por tu inmensa bondad
que a nadie le falte el agua y el fuego
ni el árbol la casa las flores y mieles
el amor del amigo
el descanso mullido
el canto de los pájaros
la lluvia que lava las penas
y el sol como lumbre de paz
dejando la congoja a un lado
me declaro feliz y doy gracias
tuve mucho más que otros
porque tú lo quisiste.
Si alguna vez regresaras
a la orilla de mis lágrimas
estallarían alborozadas las estrellas
y las puertas cerradas
despertarían con un aura enloquecida
Si aquella despedida
fuera sólo esta pesadilla
que alimenta los retorcidos insomnios
nuestros pasos trepidarían en el azul
y dejaría de preguntar.